sábado, 14 de enero de 2012

Dedos de luna - Español Lecturas 3er grado

Una bonita historia acerca de un niño y su abuelo.




Imagino que ese de ahi es el tecolote que cantaba cuando el abuelo murió.





Esta historia era un poco triste y a más de uno le recordaba a su abuelo (que en muchos de los casos ya no están con nosotros), pero dejaba un buen mensaje acerca de ser valiente ante los hechos dolorosos de la vida y aprender a seguir adelante.
Revisando un poco acerca del autor, me llevé la sorpresa que Tony Johnston (1942) no es "él" sino "ella", pues se trata de una escritora norteamericana nacida en Los Ángeles, CA, que vivió durante 15 años en México (actualmente vive en San Marino, CA), tiempo durante el cual escribió algunos libros en español y con temas relacionados a la cultura mexicana. Parece ser que uno de esos cuentos fue precisamente este y por lo tanto supongo que parte de su trabajo fue destinado para los libros de texto gratuitos de aquella época.

De hecho, al igual que algunas otras lecturas, esta también fue ligeramente resumida por lo que aqui les publico el cuento completo y señalado en azul las partes que no venían en nuestro libro.

Dedos de Luna

Toño vivía en Guerrero, tierra salvaje, donde las nubes negras cubren de repente el paisaje y las lluvias feroces golpean la montaña.
Don Gregorio, su abuelo, era muy diferente. Era la persona más tierna que él conocía. Era más tierno que la hierba mecida por el viento y que las palomas que se arrullaban en el camino de tierra frente a su casa.
Don Gregorio hacía todas las máscaras del pueblo: retratos esmaltados y brillantes, diablos de ojos penetrantes, reyes, murciélagos o sapos, monstruos de ojos vacíos. Estas máscaras, nacidas en su interior más recóndito, se utilizaban para la danza de la cosecha.
Todos los días Toño y su abuelo se pasaban muchas horas en el taller trabajando las máscaras. Sólo usaban zompantle, porque es una madera seca y ligera.
—Una máscara no deber ser una carga —decía don Gregorio—. Debe ser parte de la cara; ligerita como un velo para que hasta los pies se sientan livianos y jubilosos cuando bailen celebrando el cambio de estación.
Un día, escuchando a su abuelo, Toño se quedó mirándole las manos. Eran unas manos maravillosas, morenas, bordadas de arrugas y gruesas venas.
No eran grandes, por extraño que parezca, sino largas y fuertes, de uñas anchas y planas, rematadas por lunas blancas.
—Abuelito —dijo Toño.
—¿Qué? —contestó el abuelo.
—Tienes lunas en los dedos, ¡mira qué grandes y blancas!
—Sí —dijo el abuelo, y sus ojos oscuros chispearon con humor —. Tengo dedos de luna.
—¡Dedos de luna!, ¡dedos de luna! —Toño reía y bailaba sobre el aserrín con una máscara a medio terminar.
El abuelo también reía.
A veces, mientras trabajaban, don Gregorio contaba historias de las danzas. A Toño le gustaban los cuentos de danzantes que cantaban, saltaban y se movían al ritmo de la música, hasta que las máscaras parecían cobrar vida.
A veces, cuando se cansaban de trabajar, Toño tomaba del brazo a su abuelo y paseaban juntos bajo el sol.
Miraban a las mujeres haciendo tortillas, y oían el murmullo del río sobre las rocas y el parloteo de los guajolotes.
—Creo que la próxima máscara la voy a hacer de guajolote —decía el abuelo.
Y se reían.
Un día, a la luz del atardecer, don Gregorio colgó lentamente una máscara en la pared, que relucía con el reflejo del sol poniente. Sus arrugas estaban talladas como gruesas venas. Su barba caía levemente. Era la cara de un anciano.
—Creo que ésta será la última máscara —dijo don Gregorio—. Ya estoy cansado.
—Entonces yo las haré —dijo Toño, como en broma—, y tú descansas.
—Está bien —respondió el abuelo, acercando al muchacho con su brazo y acariciándolo con sus dedos de luna.
Toño sintió que su abuelo se parecía al zompantle, ligero y frágil, y le dio un fuerte abrazo.
—Cuando me vaya —dijo el anciano—, tú vas a hacer las máscaras.
—No, no te irás, abuelo —dijo Toño—. Te quedarás conmigo para enseñarme a tallar y a pintar, para decirme si mi trabajo es bueno.
—Pero no siempre —dijo el anciano con tranquilidad.
Una noche, días después, apareció en el cielo una media luna. Un tecolote cantaba al silencio. Y don Gregorio murió.
Toño no podía creer que su abuelo se hubiera ido. Sentía dentro de él una soledad que nunca antes había conocido. Don Gregorio siempre había estado allí, como el aire o las nubes del cielo.
Un día, sin saber por qué, Toño caminó con desgano hacia el taller, donde habían pasado tanto tiempo riendo y trabajando. El olor a pintura y madera lo saludó y las lágrimas llenaron sus ojos, aunque no se dio cuenta. Pensó en los dedos de luna, largos y delgados. ¡Cómo le hubiera gustado acariciarlos en ese momento, tocar esos dedos de luna!
Vio las máscaras de la pared. Miradas fijas, vacías, insolentes.
Las odió. Las odiaba a todas. Quería olvidarlo todo, olvidar las máscaras y el dolor de su corazón.
"¡Olvidar, olvidar, olvidar!" gritaba para sus adentros.
Y con golpes feroces arremetió contra las máscaras, enchuecando algunas y quebrando otras.
A través de sus lágrimas, la máscara del anciano lo miraba con malicia. Toño la tiró al suelo. La cara quedó herida, con la barba rota. Después todo quedó tranquilo, muy tranquilo, menos el latido de su propio corazón.
—Yo también lo quería —susurró alguien en el silencio.
Toño volteó lentamente. Era su madre.
—No te enojes, hijo —le dijo en voz baja.
—Es que... no lo puedo evitar —balbuceaba el muchacho—. No es justo. Teníamos tanto que hacer juntos. Me iba a enseñar...
—Nunca estamos preparados para perder lo que queremos —lo interrumpió su mamá tiernamente—. ¿No fue una alegría tener un abuelo como el tuyo, un hombre cariñoso y tierno que hizo cosas bellas? ¿No fue un gusto aprender de él?, ¿ver el mundo a través de su bondad?
Toño se quedó mudo.
—No te enojes por lo que no puedes cambiar —dijo la madre—. Tu abuelo se ha ido, pero tenemos recuerdos de él. Mira las bellas máscaras que nos dejó.
Toño todavía no podía hablar. Levantó la máscara rota y la abrazó; entonces apreció su belleza y tranquilidad. Pensó en los dedos de luna trabajando la madera con paciencia y amor. Deseaba hacer algún día máscaras tan finas como las de su abuelo. Lo intentaría con toda su alma.
Pero era demasiado pronto para eso. Aún era tiempo de pensar, de recordar.
Toño volteó a ver a su madre, y le dio las gracias con la mirada.


Cabe señalar que el cuento original se publicó con ilustraciones distintas a las que conocemos, esta es una de ellas:


Las de nuestro libro fueron obra de la ilustradora Myriam Holgado, que por cierto siempre tuve la duda de por qué dibujó al niño con zapatos de tacón jeje.

Fuente: http://bibliotecadigital.ilce.edu.mx/sites/colibri/cuentos/vendedora/htm/sec_5.htm
http://www.encyclopedia.com/doc/1G2-2697100044.html

32 comentarios:

  1. Parecen de los botines para bailar zapatea'o...

    Me gusta porque no todos los cuentos infantiles tienen que ser de sólo cosas "buenas y lindas", también los niños viven sucesos tristes.

    Salu2

    ResponderEliminar
  2. Qué hermoso cuento; me gustaba leerlo aunque me ponía triste.

    Hoy me doy cuenta de que los niños ya casi no leen; no sé si se trata de que en ese tiempo no teníamos televisión o que tampoco había internet. No sé, pero en ese tiempo lo único que tenía eran mis libros para echar a volar la imaginación.

    Ahora los niños encienden la televisión y tienen más canales que libros en toda la casa; si van a hacer la tarea solo tienen qué encontrarla en internet e imprimirla sin ni siquiera leer lo que entregan.

    Es preocupante porque no sabemos hasta qué grado les va a afectar este estilo de vida; porque ni escribir bien saben, mucho menos que sepan redactar algo coherente.

    Muchos dicen que el tiempo pasado fué mejor, y me temo que en este asunto tienen razón.

    Gracias por compartir estos fragmentos del pasado y hacernos recordar los tiempos vividos. He tratado de conseguir éstos libros, pero no los encuentro por ninguna parte...Nuevamente gracias.

    ResponderEliminar
  3. Bellísimo cuento... promueve tantos valores, como el respeto y la admiración a nuestros ancianos. Concuerdo con marmalmen, ya casi no leen, y no se enteran de qué se trata ahora esta aventura y lucha llamada vida.
    Infinitas gracias.

    ResponderEliminar
  4. Este era uno de mis cuentos favoritos, aunque triste

    ResponderEliminar
  5. cuando era peque me asustaban las imagenes

    ResponderEliminar
  6. WOW! Excelente, se me volvio hacer un nudo en la garganta, de todos mis libros de texto, de este era del que mas me acordaba, quien iba a pensar que volveria a leerlo 30 años despues. Estoy ansioso por mostrarselo a mis hijos, pues les he platicado mucho, de esta lectura.
    GRACIAS

    ResponderEliminar
  7. Mis ojos se llenaron de lagrimas al recordar a mi abuelo y mi niñez con este hermoso cuento... no se me había olvidado el titulo, pero por alguna razón no lo buscaba y hoy me topo accidentalmente con él... simplemente maravilloso.

    ResponderEliminar
  8. Este cuento me recuerda mucho a mi abuelo que falleció hace como 11 años, en 2001, yo iba en la primaria y cuando murió no lo sentí, igual y por la edad no comprendí lo que era morir, no sé, tampoco le lloré. Ya más después me cayo el 20 y con este cuento lo recuerdo mucho, me recuerda mucho a él, casi lloré esta vez. Si me da chance a la próxima vez que vaya a mi tierra, iré a visitarlo al panteón.

    ResponderEliminar
  9. preciosa la lectura, me lo platicaron y hasta que lo encontre. quiero aplicarla con alumnos de secundaria.

    ResponderEliminar
  10. Cuantos recuerdos, nunca olvidé los "dedos de luna" ni la escalera que solo sirve para bajar, entre otros. Gracias por compartir esas historias e imágenes de los libros de texto que se quedaron en nuestras memorias.

    ResponderEliminar
  11. aun recuerdo la primera vez, como hoy este cuento me hizo llorar.. insisto muchisimas gracias por compartirlo

    ResponderEliminar
  12. JAMAS HA EXISTIDO MEJOR HISTORIA QUE DEDOS DE LUNA... MI ABUELO FUE CARPINTERO... LA HISTORIA SE REPITIO EN MI VIDA... GRACIAS POR COMPARTIRLA

    ResponderEliminar
  13. Yo sigo chillando como puerco cada que lo leo... mi cuento favorito de la vida

    ResponderEliminar

  14. Tantos años, y tantos recuerdos. Es inevitable añorar el pasado. Siempre he recordado esta hermosisíma historia, pero solo algunos fragmentos. Es una maravilla volver a leerla. Gracias.

    ResponderEliminar
  15. Esta es mi historia favorita del libro de tercer grado, este libro si que lo tengo. Saludos y gracias de nuevo, por conservar estos pequeños tesoros.

    ResponderEliminar
  16. como se puede conseguir los libros de texto de esa epoca estoy interesada, los recuerdo con cariño y quiero q mis hijos los conoscan

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Yo tambien quisiera volver a tener estos libros

      Eliminar
  17. nunca voy a olvidar esta historia,hermos libros los de la primaria,hermosas y grandes lecturas

    ResponderEliminar
  18. Esta historia me hacia llorar, me ponia muy triste de pensar que mi abuelo se podia morir algun dia, mi abuelo tenia las manos como don Gregorio bordadas de arrugas y largas y con sus dedos de luna cuando era niña pensaba que se habian insiparado en mi abuelo para describir las manos de don Gregorio, ahora que volvi a leer esta historia mi abuelo ya no esta y volvi a llorar porque lo extraño y me hizo recordarlo. :(

    ResponderEliminar
  19. La primera vez que leí este cuento me hizo llorar, y nunca pude evitar que se me nublaran los ojos después, cada vez que lo leía. Hoy volvió a ocurrir lo mismo, después de tantos años...

    Y leyendo esta maravilla, me vuelvo a preguntar mil veces: ¿Por qué tanta gente piensa que todo tiene que cambiar, evolucionar, y que todos los cambios son buenos? ¿Quién diría por primera vez esa estupidez? Algunas cosas no deben cambiar, especialmente si somos nosotros los responsables del cambio.

    Esto va para quien haga libros de texto hoy en día: señores, HAY valores inmutables que SIEMPRE se deben fomentar: el respeto a nuestros ancianos, el amor, la ternura y la lucha interna por superar la tristeza. HISTORIAS COMO ESTA NO DEBEN DESAPARECER DE LOS LIBROS DE TEXTO.

    Dicho queda.

    Roberto L.C.

    ResponderEliminar
  20. Muchas gracias por publicar "dedos de luna" fue mi lectura favorita de todos mis libros de primaria, lo leia una y otra vez, siempre lloraba, pero no dejaba de gustarme,

    ResponderEliminar
  21. Hace unos días mi esposo me pregunto si había leído este cuento y de que se trataba, le conté de lo que me acordé y me da gusto saber que aun sin las lindas metáforas pude recordar lo esencial. También le compartí que me daban miedo las imágenes. De niña, no entendía la ira de Toño, ahora que sé que sentir enojo ante una pérdida es parte del proceso todo toma sentido y aún más con la historia original. Gracias por tu tiempo Cesar JM y felicidades por este trabajo.

    ResponderEliminar
  22. gracias por compartirlo, llevaba rato buscando el cuento; sin duda una de las lecturas que marcó mi infancia. y así de modo "extraoficial"; es mi opinión o en realidad los libros de texto "de antes" tenían mejor contenido que los de hoy en día???

    ResponderEliminar
  23. hola yo busco el de un fragmento que trataba de la noche la ilustracion la tengo grabada en mi mente era de un pueblito,pequenas casitas y habia un poste de luz en la punta de este estaba un buho me encantaba ese fragmento quisira volver a verlo se que era español lecturas de 3,4 o 5 no recuerdo de los años 82-84

    ResponderEliminar
  24. Yo tengo una historia con este cuento, razon por la cual lo busque. este libro me lo dieron en cuarto grado de primaria en Mexicali Baja Califoria en la escuela Waldo hernandez maldonado por alli del año 1995. En ese entonces mi abuelo vivia. A mi me gustaba leer mucho. Las lecturas las hiba avanzando devez e cuando para distraerme. Recuerdo que un dia empece a leer esta historia en una tarde de verano y me llego al alma desde que empece a ubicar el contexto.

    Conforme avanzaba en la lectura mi incertidumbre y trizteza crecian, ya que podia sentir que algo estaba a punto de ocurrir.

    Cuando me di cuenta lo que le paso al abuelo mi lagrimas corrian con tal dolor ya que no podia imaginar que eso le pasara a mi viejo. Recerdo que mi abelo no tenia parte de dos de sus dedos y yo se los acariciaba y siempre le preguntaba que le habia pasado.

    un dia mi abuelo fallecio y al igual que al niño del cuento me invadio la desolacion. la tristeza me duro algunos años. Me desentendia de dios por que no podia entender como si yo le pedi que me lo dejara mas tiempo y que le daba mi vida a cambio de la de el no me lo dejo mas conmigo.

    todavia lo extrano, cada que miro una foto qu tengo de el siento escuchar sus consejos como si el estuviera pensando que decirme. aun lo amo.

    Dios lo vendiga donde quiera que se encuentre. se que un dia lo volvere a ver.

    Victor Mariñez

    ResponderEliminar
  25. Hermoso cuento. Me habría gustdo mucho tener un abuelo así, por desgracia cuando era niño tanto mi abuelo paterno como mi abuelo materno tenían varios años de haber fallecido. Te agradezco mucho, amigo, que me hayas transportado hasta aquellos días de mi infancia con las publicaciones de tu blog.

    ResponderEliminar
  26. VOLVÍ A LLORAR COMO CUANDO LO LEÍ POR PRIMERA VEZ. GRACIAS POR TAN HERMOSO PROYECTO.

    ResponderEliminar
  27. Este y otros cuentos que tenían mis libros de primaria eran hermosos, mejores que los de ahora.

    ResponderEliminar
  28. Este cuento me lo leía mi hermano mayor,cuando yo aún no aprendía a leer y no recordaba bien la historia, por eso la busqué..gracias

    ResponderEliminar
  29. Yo también recordaba está lectura y siempre me gustó aunque me ponía triste cada vez que la leía y aún me sigue poniendo triste pero me gusta hermosa lectura

    ResponderEliminar
  30. Hola,

    Aquí pueden buscar sus libros de aquellos años... suerte !

    https://historico.conaliteg.gob.mx/content/common/consulta-libros-gb/

    ResponderEliminar
  31. La generación de los 90 debemos impulsar estas buenas literaturas y una gran lección

    ResponderEliminar